Por: Alejandra Noa
Mi pregunta, por supuesto, radica en, ¿cómo fue que se resolvieron en afirmar que ya no lo es? Quizás sea ésta mi primera pregunta, o mi última respuesta o, simplemente un fallo del sistema. Lo cierto es que la consecuencia se refleja en el absurdo, en esa creación inamovible de la avaricia. Los hijos del Salvador levantan las manos y se dejan llenar los ojos de juegos lunáticos, fieles al cuidado de tan excelsa imagen, de tan paranoica alucinación.
¡El enemigo se enfrenta!
Naturalmente, que él tenga que ser nocivo no es sino una derivación de la pueril e intransitable lógica de la moral. Al enemigo también lo vio nacer el Salvador.
Matar, soñar y amar en un vaso vacío. Temo abismalmente a la furia irrefrenable y sin razón que guardan estos seres, temo a ella y a su normalidad.
Digo yo, entonces, que si el caos acabó antes de nosotros, ¿qué vendríamos siendo en esta vastedad? Me replanteo a cabalidad, rastreando en las sombras la existencia de tales seres. Una vez creí haber visto a un cocodrilo vendiendo a una serpiente porque para él resultaba provechoso, pues ella era irresistible para el público. Aquella mujer serpiente se retorcía, se agravaba en cada minuto que se derretía en el reloj, se pavoneaba feliz creyéndose valiosa por estar a la venta.
Una vez vi también a un perro que le gritaba a un gato sólo porque estaba más arriba que él. O aquél día en que hablé con un flamenco, y días más tarde perdí por completo su rastro, pues su atuendo estrafalario generaba aversión a las palomas, que, como bien se sabe: hay muchas; y con un solo flamenco pudieron bailar una última danza macabra, por si quedaban dudas. Los seres se arrastran y dejan ceniza, haciendo de la vida una fábrica de causas perdidas.
Todo esto por supuesto no pasó en realidad, el lector sabrá de metáforas, no creerá usted que yo juzgaría tan vilmente a tan extraordinarios animales que viajan por la tierra; de quienes hablo yo tan fieramente, no serían otros los hombres y mujeres que se autodenominan humanos.
Generación tras generación leyendo a viva voz sobre el altar de la palabra divina, presos de la ingenuidad que arrasó con todo por no saberse encontrar a sí mismos en el ejercicio de la vida.
En el principio todo era caos, dicen las primeras líneas de la Historia; quizá olvidaron anotar la secuela en que se hizo del paraíso un depósito de residuos biológicos peligrosos. Se requiere valor para enfrentar lo que viene, para aceptar que todo es verdad, y que todo es herida, entender que, en el final todo será virus.